lunes, 20 de julio de 2015

MIENTEME Y TE TRATARÉ MEJOR

Hace unos días tuvimos un ingreso en la residencia. Al ser una residencia de personas asistidas, este año estamos teniendo mucho movimiento. Pero hacemos lo que podemos.

Ingresó la mujer a primera hora de la tarde. Por eso y porque yo valoro unos días después del ingreso, para que sea más ajustada a la normalidad -no hay tanta urgencia como la medicación, la nutrición, la incontinencia, etc-, no había hecho todavía mi valoración de ingreso.

Sin embargo, al día siguiente, tanto algunos compañeros, como el propio esposo (sólo ingresó ella por deterioro cognitivo moderado-severo), acudieron a mí para que le facilitara un andador. Que si Julia -por ejemplo- no puede caminar sola, que si se va a caer, que si se lateraliza mucho, etc.

Subí, hablé con las auxiliares que habían compartido sus primeras horas y, tras ese escaso margen observaciones  comentaron que si que podría tener una marcha independiente, que se levantaba sola, que se volvía a acostar y tal. Bien, subimos un andador y, con nosotras, Julia parecía manejar bien el andador. Así que se lo dejamos unos días, para observar entre todos.

Para mi sorpresa, al día siguiente me entero que la mujer ha pasado a la Unidad de Atención Psiquiátrica. No sólo camina sin el andador, sino que sale disparada. Se mete en cualquier habitación, en el ascensor, baja plantas, se va hacia el jardín, etc. Que las compañeras de la tarde se han pasado media jornada buscándola por las esquinas.

Es un ejemplo. Julia camina con cierta lateralización, pero no tan necesitada como el marido nos había hecho pensar inicialmente, no necesita andador, ni un apoyo continuo de una persona que la sujete, ni tampoco que la sienten en una silla. Con su actitud, con sus palabras y sus indicaciones, nos solicitaba unas atenciones por encima de las que su esposa necesita ¿Motivo? Él lo sabrá.

Pero es demasiado frecuente el encontrarnos expedientes infra o sobrevalorados. Tras más de dieciocho años en geriatría, he visto informes de todo tipo. Incontinentes que según la familia no lo son. Autónomos para el aseo que ni cogen una esponja o no saben dónde tienen la cara. Gente que ingresa en silla de ruedas y ¡Oh, sorpresa! Camina y se larga a las primeras de cambio. Personas que de cabeza están estupendas, que se pasan la mañana angustiadas porque les han dicho que van al trabajo y aquello no es su estación ferroviaria de toda la vida. 

Una mezcla de vergüenza ante la discapacidad del ser querido (o familiar a secas), un miedo extremo a que nos la devuelvan por "buena" o por "mala", sobre el perfil real. Puede que "Ya que entra y lo pago" pues que le "hagan todo". Y no, no estamos para eso. Estamos para prestar los cuidados justos, potenciar las capacidades y dar la mayor comodidad posible. Cuidar pero no suplantar.

En las residencias -por lo menos en las públicas, no por nada, sino porque son las que conozco- no queremos "setas" (permítanme una palabra tan agresiva para describir el cuadro), por mucho que algunos lo piensen o lo busquen -que de todo hay, como en botica-. Tampoco queremos desentendernos de ellos. Queremos saber en qué punto están y qué podemos hacer para alargar sus potencialidades. 

Si, es verdad, no siempre lo conseguimos, no siempre sabemos. Y si, no siempre todos queremos. Pero, por favor, no nos mientan al ingresar. No ganamos nada y perdemos mucho. Sobretodo el interesado, nuestro residente.

Julia ha sido reubicada en los grupos de terapia ocupacional, de fisioterapia, de aseo, de planta, de comedor, etc. Porque no se nos facilitó una imagen lo más real posible de su situación. En algunos casos, esos cambios, desequilibran y no ayudan ni a la casa, ni al personal, ni la asistencia, ni al propio usuario.